miércoles, 16 de abril de 2008

Murcia en el tiempo y el espacio

Murcia, como otras regiones marítimas de España, tuvo destinos autónomos en múltiples momentos de la Historia. La franja litoral, aislada y físicamente fragmentada, vuelve la espalda a las mesetas del centro, desde donde fluye incesantemente la voluntad de unificación, que culminará con la Reconquista. Es a partir de esta naturaleza contradictoria cómo hemos de entender los avatares históricos de una Región condicionada por su enclave mediterráneo. La herencia de los romanos fue mejorada y embellecida por la llegada de la dominación árabe, iniciada por la invasión del bereber Tarik en el 711. Así, en tiempos del califa Abd el Rahman II se perfeccionó en Murcia el sistema de regadío desarrollado por los romanos, y se introdujeron frutos nuevos y prácticas hortícolas hasta entonces desconocidas, que importaron de África y Persia. Son estos, sin duda, los orígenes esenciales de nuestra economía huertana. Fueron, pues, los árabes los que crearon un vergel a orillas del río Segura, sobreponiéndose a sus predecesores, los cuales sólo habían conseguido hacer de esta provincia un "erial donde crecía a su gusto el esparto" (el campo espartario cartaginense, que así fuera denominado por Roma). Reflejo de tal prosperidad es el florecimiento cultural: poetas musulmanes como Ibn Arabí cantaron al esplendor de su tierra. El sedimento de todas las civilizaciones precendentes experimentará una gran convulsión con la llegada a Murcia de Jaime I en 1243. La Reconquista, una empresa de colonización permanente, a la vez que una guerra santa, situará a Murcia, en tiempos de Alfonso X de Castilla, como vanguardia fronteriza del único bastión árabe, el reino nazarita de Granada, hasta su caída en poder de los Reyes Católicos, en 1492. Este punto marca el inicio de la expulsión de los árabes de la Península; en 1610, más de 15.000 personas partirán del puerto de Cartagena. Los últimos en marcharse serán los habitantes del Valle de Ricote. El acervo cultural murciano va configurándose por los movimientos demográficos y por la influencia eclesiástica, a través de dos órdenes principales, Dominicos y Franciscanos, que implantan ritos y costumbres en una población que llega al siglo XVIII como vanguardia de la práctica cristiana. Es en este siglo cuando resplandecen ciudades como Lorca, Murcia y Cartagena, nutridas ahora con pobladores procedentes de puntos dispares (León, Provenza, Italia...), llegados en este siglo y en el anterior a colonizar los territorios abandonados en el éxodo morisco. Esta confluencia de civilizaciones ayudará, sin duda, a entender la riqueza de las tradiciones populares que han perdurado hasta nuestros tiempos.

lunes, 14 de abril de 2008

La adormidera y otros exotismos

Algunas de las plantas más comunes de Murcia resultan paradójicamente poco conocidas, pese a que han merecido una mención literaria (caso de la pita, a la que Asensio Sáez ha llamado "cayado del paisaje" y "amazona gallarda de todos los caminos") o no obstante su empleo popular masivo en otra época, como sucede con la adormidera, de la que se obtienen algunas drogas medicinales (el opio, la morfina y la codeína) y que antiguamente servía para domir por la noche a los niños intranquilos. La pita (Agave americana L.) pertenece a la familia de las agaváceas y es originaria de Méjico, país donde se le denomina "magüey". Cuando echa sus flores (en forma de ramilletes y de color amarillo), la pita muere. De sus hojas se obtiene la hilaza (el famoso hilo de pita), y de su tronco, un líquido dulzón que luego se transforma en pulque. Abunda en el Mar Menor y Cartagena y en las zonas de Águilas, Lorca y Mazarrón. La adormidera (Papaver somniferum L.) es una planta erecta, de flores vistosas y de color glauco, y medicinal por excelencia, puesto que de ella se obtiene, como queda dicho, el opio, la morfina y la codeína y, de sus semillas, el aceite de opio. Su flor es grande y aclavelada, con pétalos redondeados de color rosa púrpura; las hojas, dentadas y abrazadoras. El fruto aparece metido en una cápsula casi redonda rematada por una corona a través de la cual salen las semillas al exterior. La huerta de Murcia se inunda de adormideras en la primavera, si los meses anteriores han sido generosos en lluvias. Los capullos y los frutos de la tápena (Capparis spinosa), adobados con vinagre y sal, se comen y han llegado a conseguir un precio considerable en el mercado de la alimentación y un arraigo popular en los aperitivos de bares y casas de la Región. La tápena pertenece a la familia de las caparidáceas y es un arbusto espinoso con tallos tendidos, hojas ovales y carnosas y flores blancas de unos seis o siete centímetros de diámetro, con cuatro pétalos y estambres muy largos de color lila. El fruto, que florece en verano, es una baya que encierra en su interior las semillas. Podemos localizar tápenas en abundancia en algunas zonas de Calasparra, comarca del noroeste (especialmente en Caravaca y Cehegín), Lorca y Sierra de Cartagena. Esta planta convive a menudo con la cantueso o lavanda (Lavandula dentata), especie protegida por la ley.

viernes, 11 de abril de 2008

Barro - Alfareros

Existe una materia prima fundamental de la que el hombre se ha servido desde tiempos remotos y gracias a la cual ha podido desarrollar su vida: el barro. De la tierra hemos extraído en parte conocimientos que nos han ayudado a la supervivencia en un mundo escaso, apenas habitado y que pertenece ya a la historia antigua. Con el barro la mente humana ha evolucionado, incitándola a la imaginación y a la permanente búsqueda de soluciones capaces de satisfacer sus necesidades más urgentes y cotidianas. Debidamente humedecida la tierra se convierte en arcilla, que a su vez, al secarse y reposar durante un tiempo a una temperatura elevada, adquiere condiciones de dureza e impermeabilidad. Del mundo mediterráneo procede una amplia cultura ceramista que en Murcia arraigó sobremanera; de la que hablan infinidad de restos arqueológicos hallados a lo largo de toda la geografía regional en las distintas excavaciones realizadas en el suelo. Puede decirse, por lo tanto, que el de alfarero es el oficio más viejo entre gentes murcianas. Durante siglos, toda clase de cacharros y recipientes han servido a las necesidades domésticas porque cientos de alfares, crecidos en los más diferentes lugares, produjeron hasta nuestros días esos útiles que hoy son desbancados por otros materiales y modos de fabricarlos, y, como en Totana y Mula, se formaron importantes núcleos de producción que han marcado su impronta más allá de la zona concreta donde se asientan. El primer paso es buscar la tierra, que será de distinta procedencia según la pieza que se vaya a levantar, pues cada una exige un tipo de arcilla. En un proceso en el que se utilizan distintas balsas para depurar la tierra mojada y conseguir la densidad y humedad que cada alfarero particularmente prefiere, se logra la textura del barro listo para empezar a trabajar en él. Esta masa, densa y flexible, cortada en pellas, se coloca en el torno para levantar los cacharros, domésticos y tradicionales. El pie sacude con fuerza la falda o rueda a la vez que los dedos presionan la arcilla como en una caricia. Vasijas, cántaros, ollas, lebrillos, fuentes y platos van adquiriendo su forma mientras la masa, por el sabio hacer del artesano, cambia y cambia, se transforma, crece, se ensancha o estiliza. La explotación de los alfares es familiar y todos colaboran. Una vez que las piezas se han secado al aire son transportadas al horno (de tipo árabe) para su cocción. Como reliquia de un pasado y sistema de vida ya desaparecido, tan sólo en Totana encontramos hoy aquella tinaja que almacenaba aceite, vino, trigo, agua o cualquier otro producto.

lunes, 7 de abril de 2008

De la prehistoria a lo ibérico


La Región de Murcia está enclavada, geográficamente, en una amplia zona que incluye el Arte Rupestre Levantino, que se extiende de Lérida a Almería y que es una de las más interesantes localizaciones del arte prehitórico europeo. Uno de los rasgos más atractivos es la vitalidad de las figuras humanas y el interés que se demuestra en el dibujo anatómico. Dos de los más conocidos e importantes yacimientos prehitóricos localizados en la Región son los de Yecla y Jumilla, fechados, según los eruditos, entre los años 8.000 y 3.000 antes de Jesucristo. El yacimiento de Yecla, conocido con el nombre de Monte Arabí, fue descubierto en 1917 y ofrece, entre sus rasgos más sobresalientes, la superposición de pinturas, con abundancia de caballos, toros, ciervos... Otros yacimientos relevantes son los de Santa Catalina del Monte (en el que se localizaron grandes urnas funerarias), La Bastida, en Totana (con enterramientos varios), Zeneta, Monteagudo... Otros restos arqueológicos son los de origen púnico, entre los que destacan monedas de gran belleza, acuñadas en la Cartagena púnica. Respecto a la presencia griega, hay hallazgos relevantes, sin que esto haya provocado excavaciones sistemáticas. Tales hallazgos, como el Centauro de Los Royos (Caravaca), en el Museo Arqueológico Nacional, o el bellísimo "Hipnos" de Jumilla, en la actualidad en el Museo de Berlín, suponen la existencia de una intensa ruta comercial. Es abundante la cerámica griega, de la que se han efectuado hallazgos en Monteagudo, La Luz, Santa Catalina del Monte, Lorca, Cieza, necrópolis del Cigarralejo (Mula), Fortuna... Por encima de todo está la importancia y la riqueza de los restos ibéricos hallados en la Región de Murcia. Entre ellos, el santuario del Cerro de los Santos, cercano a Yecla, de donde han salido numerosas esculturas, entre ellas la Gran Dama o Dama de Yecla, en el Museo Arqueológico Nacional. El citado yacimiento parece ser un cementerio como lo fue el Cabecico del Tesoro. Lo mismo puede decirse del yacimiento de El Cigarralejo. Otros centros ibéricos importantes son los localizados en Jumilla, Monteagudo, Caravaca, Archena, Santuario de la Luz... Muy importantes son los vasos ibéricos hallados en el Cabecico del Tesoro, entre los que destaca el "Vaso de las Cabras".

sábado, 5 de abril de 2008

Nuestra costa


La costa murciana se extiende a lo largo de 176 km., desde la playa del Mojón (San Pedro del Pinatar), hasta el límite con la provincia de Almería, situado a pocos kilómetros al Oeste de Águilas, exactamente entre Calarreona y San Juan de Terreros. En este pequeño fragmento de litoral se hallan representados absolutamente todos los tipos de fondos mediterráneos, zonas arenosas, parcelas llanas, suelos rocosos, acantilados, cuevas, grietas, ensenadas, praderas marinas, etc. Asimismo, se dan en ella grandes contrastes en la conformación de su litoral, valga como ejemplo la gran diferencia existente entre la suavidad de la franja comprendida entre la Torre de La Horadada y Cabo de Palos a la accidentalidad manifiesta que presenta el tramo existente entre este mismo cabo hasta el límite almeriense. Nuestra parcela mediterránea no está salpicada de grandes islas pero sí de pequeños islotes que rompen, para bien, el rocambolesco dibujo costero y que amenizan el paisaje visto desde la orilla, poniendo notas de color y de gaviotas en el perfecto azul. Picachos que emergen del mar festoneados de espuma, la Isla del Fraile, de las Hormigas, Isla de Paco, La Grossa, el Farallón, y otras aún más pequeñas pero no por ello menos conocidas, islotes que nuestras aves marinas habitan y utilizan para poner a salvo sus nidos y sus crías. Volviendo a tierra y prosiguiendo el recorrido costero, encontraremos alternancia de elevados acantilados, calas y bahías profundas con arenas finas y blancas y también playas de redondos guijarros. Ramblas que, serpenteando, bajan de las zonas más altas a dejar en el mar despojos del interior y aguas dulces. Montículos de arena en los que las palmas enanas y las pitas se yerguen espinosas. Grandes piedras de extrañas y redondeadas formas en las que la erosión ha estado trabajando durante miles de años, moldeándolas y puliéndolas, hasta conseguir que desde diferentes ángulos y puntos de vista, cada uno vea representado en ellas la figura que le apetezca; la "Costa encantada" de Bolnuevo puede dar fe de ello. No olvido nuestro pequeño mar particular, ese privilegio conocido como Mar Menor, muy al contrario, pienso que dada su gran importancia, merece un capítulo aparte, como lo merecen los pueblos que verdaderamente enriquecen nuestro litoral, pueblos antiquísimos, todos ellos, con solera, cada uno con sus gentes y sus culturas, poblaciones ribereñas cuyos moradores han vivido siempre en el mar, del mar y para el mar.

jueves, 3 de abril de 2008

Ruta de los castillos


Se sabe de unos sesenta castillos y fortalezas que existieron en el Reino de Murcia, en épocas y estilos diferentes. De ellos, apenas una docena son hoy de visible interés y notoria presencia para el viajero. Ateniéndonos a su estado de conservación, el de MULA es sin duda el de mayor interés. Se pueden recorrer sus salas y apreciar las características que le hicieron famoso. El acceso es posible y fácil hasta el mismo pie de sus murallas. El de CARAVACA está situado en la meseta que ocupa el Santuario de la Vera Cruz, lo que le hace ser muy visitado, destacando la Torre Chacona. El de ALEDO sólo conserva escasos restos de lo que fue, pero se mantiene el aspecto de ciudad medieval y vale la pena recorrer sus calles y descubrir ratazos y muros de un heroico pasado, del que aún es testigo enhiesto su flamante Torre del Homenaje o de Calahorra. El castillo fortaleza de LORCA lo guardan sus dos torres, Alfonsina y del Espolón, en las estribaciones de la Sierra del Caño. El acceso hasta lo más alto es sencillo y puede realizarse de noche. MORATALLA puede presumir de la Torre del Homenaje más alta de la Región, cerca de los restos de su fortaleza y poderío y de la cudad antigua. JUMILLA atesora su fortaleza, que fuera del Marquesado de Villena, superviviente de mil contiendas entre moros, castellanos y aragoneses. Se pueden apreciar los escudos de quienes levantaron el bastión actual, de fácil acceso. En MURCIA, el castillo de MONTEAGUDO recibe y despide al viajero que se aproxima a la capital. Formaba parte de una línea de defensa de la huerta junto a las cercanas fortalezas del Castellar y Larache. CARTAGENA tiene nada menos que cinco castillos, aunque varios de ellos son de propiedad militar. Son fiel exponente del esfuerzo por dotar a la ciudad de unas sólidas defensas para seguridad de sus habitantes y protección del tráfico marítimo. Los castillos de San Julián y Galeras son de uso reservado y no se permite su visita. El de la Concepción es el principal castillo de la ciudad, aunque sólo se mantiene en pie la Torre del Homenaje y parte de la muralla medieval. Los de La Atalaya y Los Moros son de propiedad municipal y muestran las características de las construcciones abaluartadas de Carlos III. Pueden ser visitados, aunque el acceso y estado de conservación dejan que desear. En ÁGUILAS, el Castillo de San Juan de las Águilas ya es nombrado por los árabes como torre vigía. Su estructura actual define el estilo militar de las construcciones abaluartadas del XVIII. ALHAMA es citada por su castillo en las crónicas del siglo XI, destacando su numerosa guarnición. A la fortaleza se sube desde la Plaza del Ayuntamiento. Su gran torreón, sobre una construcción romana, ofrece detalles arquitectónicos de finales del XV. CIEZA tenía en su castillo la garantía del acceso al valle del Segura. Hoy se conserva entre los restos un enorme aljibe, además de lienzos de las antemurallas y dos torreones vigías de forma circular, aunque poco queda realmente en pie. También hay restos de castillos, fortalezas o torres defensivas en Abanilla, Alguazas, Archena, Blanca, Calasparra, Cehegín, etc., aunque en general sólo quedan las primeras alturas de alguna torre, algún torreón vigía, murrallas, fosos, aljibes, etc., todo o casi todo prácticamente en ruina y casi siempre de imposible o difícil acceso, independientemente de que desempeñaran un importante papel defensivo en su momento histórico.

Conejo y patatas a lo pobre en ajo cabañil, Crema de tomate y Tortilla de habas

Conejo y patatas a lo pobre en ajo cabañil

Ingredientes para 4 personas: 1 conejo, 3/4 de kilo de patatas, 1 limón, 3 dientes de ajo, sal, pimineta, vinagre y un poco de aceite.

Preparación: Una vez limpio y troceado el conejo, se sazona con un poco de pimienta, sal y bastante limón y se deja así durante unas dos horas. Más tarde se fríe el conejo en una sartén con aceite escurriéndolo bien al terminarlo. En mortero, aparte, se pican los ajos, agregándoles un poco de vinagre. La mitad de este majado se añade al conejo frito y se rehoga. Las patatas, peladas a lo pobre, se fríen con poco aceite y a fuego lento, tapando la sartén para que se hagan casi al vapor. Una vez tiernas, se escurren bien y se les incorporan la otra mitad del majado. Se mezcla por último el conejo y las patatas y se sirve.

Crema de tomate

Ingredientes para 4 personas: 1 kilo de tomates maduros, 1 cucharada sopera de vinagre, orégano y sal.

Preparación: En un recipiente de fondo plano (cazuela), vamos poniendo los tomates pelados, desprovistos de corazón y troceados, los dientes de ajo machacados y el resto de ingredientes. Después trituramos todo muy fino con una batidora de brazo, hasta obtener una papilla fluida. Corregimos de sal y metemos al frigorífico al menos dos horas antes de servir.

Tortilla de habas

Ingredientes para 4 personas: 1 kilo de habas tiernas, 4 huevos y sal.

Preparación: Se pelan las habas y los granos se ponen a freír en sartén con un chorrito de aceite, y completando con agua hasta cubrirlos. Se sazonan y se mantienen en el fuego hasta que se consuma el agua, cuidando que no se queme la piel de los granos al final, porque se endurece. Fritas de esta forma las habas, se agregan a los cuatro huevos, que previamente se han batido bien, y se mezclan cuidadosamente. Por último, en sartén untada con aceite ligeramente, se vierte la mezcla de huevos batidos y habas fritas hasta cuajar la tortilla.